El té, como una de las bebidas más consumidas por los seres humanos, tiene múltiples beneficios para la salud. Los polifenoles del té sostienen la salud mediante la promoción de enzimas antioxidantes, promoviendo la apoptosis, previniendo la angiogénesis y promoviendo cambios epigenéticos. Un número considerable de estudios en ciencias básicas y de estudios epidemiológicos, apoyan el hábito de beber de forma regular esta bebida con tan buen sabor y tan barata.
En los países de Europa y de Norteamérica, el té todavía se bebe poco, en relación, por ejemplo, al consumo de sodas, que es muy elevado. ¿Qué podría pasar con la salud de todos si animaramos y facilitaramos el consumo de té verde, por ejemplo, de manera generalizada, en vez de las sodas?
El té verde tiene tantos beneficios para la salud, que podría considerarse una panacea: va desde la prevención del cáncer, pasando por la prevención de enfermedades del corazón, reducción de la placa dental y de la gingivitis, hasta la reducción de la resistencia a la insulina y reducción de la hipertensión.
De las hojas de la planta Camellia sinensis provienen los tés verde, negro, blanco y oolong. Esta planta crece originalmente en China, Japón, India y Tahilandia. Los diferentes métodos de fermentación de las hojas hacen que el contenido de las mismas en fitoquímicos sea diferente. Así, por ejemplo, el té negro es más rico en teaflavinas y tearubiginas, mientras que el té verde tiene más catequinas.
El té verde contiene una potente mezcla de sustancias fitoquímicas, de las cuales las catequinas epigalocatequin-3-galato (EGCG) y la epigalocatequina han sido bien estudiadas.
El EGCG es tan potente en sus efectos biológicos que como antioxidante y como modificador de la respuesta biológica, puede incluso modificar o modular la expresión genética. Puede trabajar como antioxidante eliminando radicales libres y también puede actuar como quelante de los metales.
Es interesantísimo el efecto del EGCG sobre la expresión genética. Conduce a la inhibición de la producción de peróxidos intracelulares, promoción de la apoptosis, prevención de la angiogénesis, así como a la reducción de la producción de enzimas como la xantina oxidasa, la lipooxigenasa y la ciclooxigenasa. Los polifenoles del té están relacionados con la regulación baja del factor nuclear Kappa B e inducen enzimas de fase II como la glutation-S-transferasa y la superóxido dismutasa.
Como hemos apuntado, el té verde puede inhibir la angiogénesis, importante para el crecimiento y diseminación de los tumores. Inhibe la actividad de las metaloproteinasas de matriz 2 y 9 (MMP-2 y MMP-9), con lo que se inhibe la degradación de la matriz extracelular, paso previo a la angiogénesis. Además, el EGCG aumenta la interleukina 12, que tiene un efecto antiangiogénico, y suprime la interleukina 8, que favorece la angiogénesis.
La telomerasa, enzima necesaria para mantener la longitud de los telómeros en las células que se dividen con rapidez, está altamente expresada en las células cancerosas, mientras que en las normales está mucho menos expresada. Se ha demostrado que el EGCG afecta tanto la actividad de la telomerasa como el proceso de metilación, muy importante también. Estos dos efectos ayudan a disminuir la actividad de las células cancerosas.
Hay miles de variedades de té verde, variando mucho en sabor y en calidad. La forma típica de preparar el té verde sería usar agua caliente pero que no esté hirviendo, echarla sobre las hoas de té y dejar actuar la infusión durante dos o tres minutos. Si las hojas de té se dejan demasiado tiempo en agua caliente, empiezan a eliminar taninos, que le dan un sabor amargo al té. Es interesante saber que, debido a este efecto, si se hace una infusión de té negro dejando las hojas en el agua durante 15 minutos, se obtiene una bebida amarga que puede utilizarse como remedio casero contra la diarrea.
Evite poner hielo en el té, ya que hace que los polifenoles se precipiten en el hielo. Tampoco debe añadir leche, porque también disminuye los efectos beneficiosos del té verde sobre la salud.